Quiero recordar el rostro de mi papá
sábado, junio 11, 2005
Por Yolanda Reyes. Tomado de El Tiempo.com 11 de junio de 2005.
En una calle cualquiera de una de nuestras ciudades, una niña cumple años y pide un deseo mientras apaga las velitas.
Nadie puede asegurarle que ese viejo truco de cerrar los ojos, deseando con fuerza que aparezca el padre, dé algún resultado. Ni el ábrete, Sésamo, ni el abracadabra han surtido efecto y hace ya dos años desapareció.Esa incertidumbre de los primeros meses, cuando corría a la puerta cada vez que sonaba el timbre pensando que era él, se le ha ido quitando. En estos dos años ya mudó de dientes, ya cambió de cursos y llenó cuadernos con pistas en blanco. La cara del padre se ha desdibujado y en la última pintura que hizo de la familia ya no lo incluyó. ¿Será que ella misma se va resignando?En otro lugar de cualquier ciudad, un niño de 3 años parece más fuerte. Como era un bebé cuando le secuestraron al papá, su ausencia hace parte del mundo habitual. –Mi papá está perdido –cuenta en el recreo.–¿Perdido en dónde? –pregunta una amiga.–Perdido... en la tierra.–¿Debajo de la tierra? –insiste otro niño–. ¿O sea que se murió y lo enterraron?–No –les explica–. Ustedes no entienden. Perdido, en la tierra.Cómo entender eso: ¡la tierra es tan grande! Pero así sucede: un día cualquiera el padre se pierde. “No es que no nos quiera; es que está en un sitio donde unos señores no lo dejan volver. Pero estamos haciendo todo lo posible para que regrese”, tratan de explicar las voces adultas. Y mientras los niños hacen sus tareas, la familia entera hace lo posible y hasta lo imposible. Va a la Fiscalía y a las entidades especializadas y contacta redes de otros familiares. Y si no resultan las rutas normales, entonces recurre a las paranormales: péndulos e hipnosis; de algo hay que aferrarse. Entre pistas falsas, oscuras hipótesis y extraños contactos, transcurren los días de muchas familias: prendidas de un péndulo o del celular. En algunos casos se sabe quiénes son los “señores”. Pero en otros casos ni siquiera llaman, ni hay con quién hablar. No hay peor tortura que esa muerte en vida. Después de dos años, lo prevé la ley, se inician los trámites para declarar la “muerte presunta” del desaparecido. Aunque eso resuelve las cuestiones prácticas –comprar o vender, sacar documentos, firmar escrituras– hay que ser valiente para dar el paso. Aceptar la muerte e iniciar “el presunto duelo” es como enterrar a ese ser querido. ¿Seguirlo esperando es no resolver?Detrás de las cifras que, en este país, conforman la estadística de los Familiares de los Desaparecidos hay gente real, como usted o yo. Nombres y apellidos, rostros definidos, colegio, trabajo, martes y festivos y esas otras fechas de los calendarios que antes fueron gratas y súbitamente se vuelven monstruosas, porque las ausencias duelen mucho más. “La primera vez de todo es la más terrible. El primer cumpleaños, el día del padre o la navidad. Y uno va chuleando: ya salí de esta, pero entonces llega la siguiente fecha”, me dijo la madre de uno de nuestros presuntos desaparecidos.Mientras lee el periódico, muchos familiares hoy se desayunan junto a esos fantasmas sobre la mesita, que sonríen en la foto. Y para muchos niños, papá es una imagen que los ve crecer detrás del vidrio helado de un portarretrato. No los traigo a cuento por dañarle el rato. Es por no olvidarlos. Porque nuestro olvido los va desterrando: se lleva sus rasgos, se lleva sus nombres... Hasta que un buen día los saca del marco. Y en ese momento cobra más sentido la palabra incierta: ¡desaparecidos!
Nadie puede asegurarle que ese viejo truco de cerrar los ojos, deseando con fuerza que aparezca el padre, dé algún resultado. Ni el ábrete, Sésamo, ni el abracadabra han surtido efecto y hace ya dos años desapareció.Esa incertidumbre de los primeros meses, cuando corría a la puerta cada vez que sonaba el timbre pensando que era él, se le ha ido quitando. En estos dos años ya mudó de dientes, ya cambió de cursos y llenó cuadernos con pistas en blanco. La cara del padre se ha desdibujado y en la última pintura que hizo de la familia ya no lo incluyó. ¿Será que ella misma se va resignando?En otro lugar de cualquier ciudad, un niño de 3 años parece más fuerte. Como era un bebé cuando le secuestraron al papá, su ausencia hace parte del mundo habitual. –Mi papá está perdido –cuenta en el recreo.–¿Perdido en dónde? –pregunta una amiga.–Perdido... en la tierra.–¿Debajo de la tierra? –insiste otro niño–. ¿O sea que se murió y lo enterraron?–No –les explica–. Ustedes no entienden. Perdido, en la tierra.Cómo entender eso: ¡la tierra es tan grande! Pero así sucede: un día cualquiera el padre se pierde. “No es que no nos quiera; es que está en un sitio donde unos señores no lo dejan volver. Pero estamos haciendo todo lo posible para que regrese”, tratan de explicar las voces adultas. Y mientras los niños hacen sus tareas, la familia entera hace lo posible y hasta lo imposible. Va a la Fiscalía y a las entidades especializadas y contacta redes de otros familiares. Y si no resultan las rutas normales, entonces recurre a las paranormales: péndulos e hipnosis; de algo hay que aferrarse. Entre pistas falsas, oscuras hipótesis y extraños contactos, transcurren los días de muchas familias: prendidas de un péndulo o del celular. En algunos casos se sabe quiénes son los “señores”. Pero en otros casos ni siquiera llaman, ni hay con quién hablar. No hay peor tortura que esa muerte en vida. Después de dos años, lo prevé la ley, se inician los trámites para declarar la “muerte presunta” del desaparecido. Aunque eso resuelve las cuestiones prácticas –comprar o vender, sacar documentos, firmar escrituras– hay que ser valiente para dar el paso. Aceptar la muerte e iniciar “el presunto duelo” es como enterrar a ese ser querido. ¿Seguirlo esperando es no resolver?Detrás de las cifras que, en este país, conforman la estadística de los Familiares de los Desaparecidos hay gente real, como usted o yo. Nombres y apellidos, rostros definidos, colegio, trabajo, martes y festivos y esas otras fechas de los calendarios que antes fueron gratas y súbitamente se vuelven monstruosas, porque las ausencias duelen mucho más. “La primera vez de todo es la más terrible. El primer cumpleaños, el día del padre o la navidad. Y uno va chuleando: ya salí de esta, pero entonces llega la siguiente fecha”, me dijo la madre de uno de nuestros presuntos desaparecidos.Mientras lee el periódico, muchos familiares hoy se desayunan junto a esos fantasmas sobre la mesita, que sonríen en la foto. Y para muchos niños, papá es una imagen que los ve crecer detrás del vidrio helado de un portarretrato. No los traigo a cuento por dañarle el rato. Es por no olvidarlos. Porque nuestro olvido los va desterrando: se lleva sus rasgos, se lleva sus nombres... Hasta que un buen día los saca del marco. Y en ese momento cobra más sentido la palabra incierta: ¡desaparecidos!
posted by Atrabilioso at 4:09 p. m. | Permalink |

2 Comments:
At <$Comentarios$>, Atrabilioso
NOTA DE LA DIRECCIÓN PARA JAIME RUÍZ:
No lo condena, pero toca aspectos de la psicología de las familias de los secuestrados que son reales. La situación de esas familias es crítica y me preocupa mucho esa generación del secuestro. Por eso la transcribí.
Usted toca otra realidad igual de dolorosa: el secuestro de niños.
Honestamente no he leido a la señora Reyes más allá de esta columna que me interesó por la temática que toca y es el de las familias de los secuestrados.
Gracias por sus comentarios.
Amigo Atrabilioso: ¿de dónde saca usted que esa columnista habla de los secuestrados o que condena el secuestro? Si encuentra en toda la columna una sola alusión que se pueda entender de forma inequívoca en ese sentido, se lo reconoceré.
Esta columna la van a leer los mamertos que conocen a la columnista y que se van a sentir sensibilizados por las supuestas desapariciones de gente ligada o supuestamente ligada a las guerrillas para mantenerse en su apoyo a las masacres. Por eso se habla del niño que espera a sus padres y no del caso más sangrante de los padres que esperan al niño.
Pero si tiene alguna duda al respecto, sólo tiene que leerse un par de columnas de esa señora, a las que seaccede por "Seleccione otros columnistas" en El Tiempo.
Si en Colombia el apoyo a los terroristas no fuera prácticamente unánime entre esa clase de literatos figurones, hace tiempo que habría menos secuestros que en el promedio de Latinoamérica.
Hoy a las 15.30 hora de Bogotá, su blog Atrabilioso no se abre. Se abre pero no se ve nada.